viernes, 15 de julio de 2011

Stonehenge

Hoy nos hemos levantado con una resaca importante de la juerga de ayer. No es que hayamos madrugado mucho, pero se ha hecho dificil salir de la cama para emprender viaje a Stonehenge. Y lo más dificil ha sido salir de Londres con el coche. Y no es porque conducir por el otro lado sea dificil. Tardas un tiempo en acostumbrarte, pero luego es muy sencillito. El tema es que esta ciudad es un caos para el trafico. Mucho mas que cualquier otra que haya conducido. No hay avenidas grandes de acceso o salida y las callejuelas llenas de trafico intenso han hecho que tardaramos cerca de 2 horas sólo en coger la carretera de salida. Creo que a la vuelta dejaré el coche quieto hasta que me vaya a escocia.
Llevo 4000 kilometros, y hasta ahora no había sufrido ninguno de ellos de atasco, aunque aquí es inevitable.
El viaje a Stonehenge se hace en una horilla (mas las dos de intento de salida de la ciudad), y cuando llegas, un pequeño sentimiento de decepción inunda nuestras miradas. El sitio está plagado de turistas, las rocas no se pueden tocar, no se puede caminar entre ellas, y mas importante, no se puede meditar sobre la roca central, por lo que decidimos uinirnos a la masa de visitantes, pagar nuestros 7,50 pounds de acceso al recinto y tras hacer todas las fotos de rigor, encontramos una esplanada de prado al lado de las piedras donde poder llevar a cabo la meditación contemplativa.
Es un sitio curioso, lleno de energía y sobre todo muy mistico. Cómo y sobre todo porqué, unos hombres del neolitico cortaron trasportaron y apilaron enormes rocas en una disposición en forma de doble herradura abierta, es un misterio que todavía nadie se explica. La alineación de las rocas con los solsticios para predecir estaciones y poder utilizar la información obtenida para el bien de las cosechas, es algo que nos dice unicamente que los conocimientos de estos hombres prehistóricos eran mayores de los que les presuponemos, pero con qué cortaron las piedras (no tenían conocimiento de los metales), como las transportaron (si no conocían la rueda y tampoco existen canteras cercanas), como las apilaron y subieron unas a otras (sin conocer la polea) y sobre todo, porqué lo hicieron y con qué finalidad es algo que los historiadores solo aciertan a suponer.
Tras media horita tumbados en el prado, meditando y limpiando nuestras mentes, frenando los pensamientos y relajando nuestro espíritu, abandonamos Sotnehenge no sin antes abastecernos de los souvenirs que venden por todas partes.
La visita ha merecido la pena, pero el mundo está ya tan globalizado, que será dificil encontrar un monumento que visitar que no esté lleno de chinos y japoneses en ordas de cientos. (Eso como minimo, porque los españoles empezamos a ser también multitud los que nos dedicamos a viajar sin pausa).



De nuevo en la carretera de vuelta, un atasco de entrada a Londres de 45 millas nos hace replantearnos la necesidad de tener un coche en esta ciudad. Lo ideal es dejarlo en algún pueblecillo a las afueras y entrar en tren o metro para toda la estancia en la city, y recoger el coche sólo para marchar. Mañana visitaremos el British Museum. Tenemos tantas cosas que ver que no sé si nos dará tiempo en un día (calavera de cristal, tablillas sumerias, piedra roseta...).  

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